Según el Observatorio Mundial de la Salud de la OMS, en el 2015 hubo más de 6 millones de muertes por ACV. Según el Instituto Nacional de Rehabilitación, los accidentes cerebrovasculares corresponden al 60.8% del total de casos evaluados de pacientes con lesión cerebral en el periodo de 2013-2017. La distribución del porcentaje de los pacientes con ACV según su tipo corresponde a 29.6 de ACV hemorrágico y 70.4 de ACV isquémico y según su sexo corresponde a 41% de mujeres y 59% de hombres para el ACV isquémico y el 46% de mujeres y el 54% de hombres para el ACV hemorrágico. Un estudio realizado por el INR sobre la cantidad de pacientes con diagnóstico de ACV que acudían a su primera consulta, se reveló que solo el 19% iniciaban su rehabilitación de forma temprana, un 24% lo hace del tercer a sexto mes después del cuadro y hay un 55% de pacientes que lo hacen de forma tardía. Entre la principales razones que manifiestan los familiares de los pacientes son:
De acuerdo con la epidemiología en el país de Argentina en el año 2020 se sabe que se producen 60000 nuevos casos de personas que sufren ACV por año, siendo esta enfermedad la primera causa de discapacidad y la tercera causante de muerte, luego de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Tiene una incidencia de 76.5 cada 100.000 habitantes y 2 de cada 100 mayores de 40 años sobreviven a la enfermedad, después de la rehabilitación.
En Colombia, los datos recogidos en un estudio realizado en el 2015 por el Sistema de Información Territorial en Accidente Cerebrovascular (SITAC) muestran que en el año 2015 tuvieron 2852 casos por muerte debido a un ACV. La incidencia de esta enfermedad es de 118,7 cada 100000 habitantes. Según la Asociación Colombiana de Neurología estima que el ACV es la principal enfermedad causante de discapacidad y afecta cerca a 250.000 habitantes
Según una publicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el ACV es la principal causa de discapacidad en el país del sur y afecta con mayor prevalencia en adultos mayores, no sin mencionar que desde el año 1990 hasta la actualidad a nivel mundial también se ha reportado un incremento del 40% de la incidencia en jóvenes. En Chile, ocurren 130 casos por cada 100000 habitantes.
Según el Instituto Nacional de Neurologia y Neurocirugia del país de México estima que una tasa de promedio de casos que se registran por año es de 28,8 por cada 100000 habitantes en el año 2020, especificamente en el estado de Ciudad de México. Este número está muy por debajo del promedio general del país de México que se calcula de 118 personas cada 100.000 habitantes, y es que se da con mayor prevalencia en los estados rurales del país en donde no se tiene acceso a un centro de salud de manera rápida como lo requiere un paciente que ha sufrido un ACV.
⚫ El daño generado por esta enfermedad no solo se estima mediante la mortalidad sino, y tal vez con mayor impacto en la población y el sistema de salud. Las enfermedades cardiovasculares son unas de las causas de pobreza que dificultan el desarrollo económico en todo el mundo. La carga de la enfermedad y de la mortalidad está creciendo, el número de personas, familias y comunidades afectadas está aumentando y se presentan como un gran obstáculo para el logro de los objetivos del milenio en la lucha contra la pobreza y el crecimiento socioeconómico, especialmente, para los países en desarrollo.
⚫ En una investigación nacional, se reporta que el 60% de los pacientes dados de alta permanecen con secuelas discapacitantes y solo el 20% de pacientes completan los programas de rehabilitación física. Cabe recalcar que la presencia de demencia (25%) y depresión (11%) cumplen un papel importante en la recuperación del paciente, pese a estas cifras, son pocas las veces que se realiza un seguimiento psiquiátrico y psicológico.
⚫ En el ámbito familiar, el paciente con discapacidad moderada a severa se convierte en económicamente inactivo y alrededor del 40% necesitará la ayuda permanente de un cuidador, que en general, este labor es asumido por un familiar que debe aprender a brindar un cuidado adecuado y modificar todas sus actividades diarias, incluyendo sus responsabilidades familiares y laborales. Esta sobrecarga en la vida del cuidador, puede llevar a un agotamiento que es también emocional.
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